lunes, 28 de junio de 2010

Cartas, Herman Hesse





A LA SRTA. G. D., estudiante de Filosofía. Duisburg
21 de julio de 1930.
… Le envío a usted con esta carta, en respuesta a su saludo, un dibujillo que he pintado sobre papel en estos días pasados (dibujar y pintar son mi modo mejor de descansar); el cuadrito desea decirle a usted que la inocencia de la Naturaleza, la vibración de un par de colores, pueden crear dentro de nosotros, y en cualquier hora, una libertad y una fe renovadas, aun en medio de una vida ardua y llena de problemas.
Poco puedo responder a sus preguntas y me permito rogarla que no me fuerce usted a un intercambio epistolar; esta carta de hoy es una excepción.
Me parece que usted plantea equivocadamente las preguntas. No debería preguntar: "¿Son acertadas mi forma y mi sentido de la vida?", porque para esto no hay respuesta posible, ya que toda forma de vida es tan acertada como otra cualquiera, y todas ellas son un pedazo de la vida misma. Antes, al contrario, debería usted preguntar: "Ya que soy tal y como soy, ya que llevo dentro de mí estas exigencias y problemas, que al parecer desconocen por entero otras personas, ¿qué debo hacer para soportar la vida y hacer de ella, en la medida de lo posible, algo hermoso?" Y la respuesta sería, más o menos, esta, si de veras escucha usted la voz más recóndita e íntima: "Como eres así, y no de otro modo, no debes ni envidiar ni despreciar a los demás por su distinto modo de ser, y no debes preguntar por la rectitud o acierto de tu propio ser, sino aceptar a tu alma y a sus exigencias lo mismo que aceptas tu cuerpo, tu nombre, tu origen, etc.: como algo dado, inevitable, que es preciso aceptar sin más y defender aunque todo el mundo estuviese en contra."
No sé más. No conozco sabiduría alguna capaz de hacerme más fácil o llevadera la vida. La vida no es fácil, jamás lo es; pero séalo o no, nunca debemos preguntar por ello. O bien tenemos que entregarnos a la desesperación, cosa que es libre para cualquiera, o debemos comportarnos como las personas aparentemente sanas y discretas, aparentemente faltas de problemas y de alma; debemos intentar, por todos los medios, aceptar nuestra naturaleza como la única acertada y justa, conceder a nuestra alma todos los derechos.
He aquí que estoy dando consejos, y en rigor no creo en su valor. De ellos usted aceptará lo que consienta su propia naturaleza, ni más ni menos. Nada podemos hacer por cambiarnos. Pero seremos tanto más fuertes cuanto más aceptemos y reconozcamos la vida, cuanto más identificados estemos en nuestro interior con aquello que nos ocurre desde fuera de nosotros mismos. Adiós.

Pintura de Herman Hesse.

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